Sangre, Ira, Miedo
Las 3 principales cosas presentes en una guerra son la sangre, la ira y el miedo.
La sangre, pues, es la que nos mueve, la que nos conduce, la que al perderla dejamos de movernos, de pensar, de tener ira y miedo. La que nos conduce, la sed de sangre, la de ver la del otro derramada, nos conduce por la vía de la violencia.
La ira, pues, nos da la sed. Nos la enseñan por vía del nacionalismo, de lo que nuestra patria nos impone como verdad o realidad, que choca con la de otro, para que luchemos por ellos, para usarnos de herramientas para sus propósitos retorcidos de tierras, dinero o simple reconocimiento.
El miedo, pues, nos hace querer seguir viviendo, seguir moviéndonos a pesar de todo, pues la muerte, nuestro destino final, es solo el fin del recorrido, un fin del juego que puedes no querer, pues en el tablero que es la vida tenías planeados muchos más movimientos para caer en mejores casillas.
Pero hay una cosa más, de la cual no he hablado, que es el culmen de todo esto.
La esperanza, esperanza de que termine el conflicto y haya un entendimiento, esperanza de ganar y tener resultados, esperanza de vivir y volver a casa, esperanza de que paren ya la sangre, la ira y el miedo.
La guerra es solo un evento más, un evento horrible, un evento donde se desperdician vidas, vidas llenas de sueños, llenas de esperanza, y que solo traen dolor para los perdedores y ganadores. Ni el triunfo de humillar, conquistar o derrotar nos libra de este dolor, estas cadenas, este recuerdo y maldición de saber que en la guerra quitamos una vida y, más que eso, borramos de la faz de la tierra recuerdos, sueños, planes y esperanzas.
Sangre, ira y miedo; son fuertes armas, pero nunca buenas compañeras, porque te traicionan cuando menos lo esperas. Una te abandona, la otra te vuelve ciego, la última te confunde.
Atontado por estas cosas, y con un destino casi sellado, marchas a tu probable muerte, o lo que es peor, a la muerte de otros, que son tan importantes como tú, que vivían, reían y sentían, y ahora no pueden hacer nada, pues son un simple saco de arena en la tierra manchada.